sábado, febrero 14, 2015

BAJO FUEGO: La caída

José Antonio Rivera Rosales


La decisión del gobierno de Enrique Peña Nieto de destruir toda una clase política está inequívocamente motivada en la solución de la grave crisis política y social causada por la masacre de Iguala contra los normalistas de Ayotzinapa.


Debió pesar mucho en el ánimo presidencial el escenario político-electoral de Guerrero, preludio de un futuro violento, para promover el encarcelamiento de su entrañable amigo Ángel Aguirre Rivero. Es obvio que algo se rompió entre ellos.


Durante su gestión, Aguirre cometió el error -gravísimo yerro- de incluir en su grupo político a una cauda de personajes sin escrúpulos, su hermano incluido, que ejercieron influencia en las decisiones cupulares del poder. Para más detalle, el todavía gobernador con licencia se dejó encapsular por un grupo de ambiciosos que vieron en su mandato la oportunidad de hacerse ricos de por vida, a costa desde luego del erario público y de la pobreza creciente de los estratos más desprotegidos de la comunidad guerrerense.


Era un secreto público la forma en que operaban Mateo Aguirre y los Hughes, que se comportaban como señores de horca y cuchillo, dueños absolutos del estado de Guerrero. Inclusive, su expansión desplazó, por una relación de oponencia, a los otros grupos políticos de viejo y nuevo cuño que han medrado del presupuesto de la entidad, como el figueroísmo y el añorvismo , por cierto cuadros distinguidos del PRI, el partido de Peña Nieto.


Visto de esta manera, el proceso legal ordenado por Peña Nieto contra el grupo aguirrista es un barrido fino para deshacerse de quienes constituyen un contrapeso en el ejercicio del poder. Así, sin la influencia determinante de Ángel Aguirre, será una tarea más fácil recobrar la gubernatura y establecer un frente cerrado frente a la subversión armada, que tiene sus propios planes.


Un beneficio adicional de esta decisión radicaría en “suavizar”, por decirlo de alguna manera, la tensa situación existente con la amplia base social de los grupos radicales que aún mantienen vivo el propósito de boicotear el proceso comicial y, al mismo tiempo, abrir espacio a la embestida contra sus líderes.


Así, el mensaje presidencial parece ser: “estamos ejerciendo la justicia parejo, aún si se trata del poderoso grupo político en el poder”, lo que en teoría despojaría de argumentos a las dirigencias de los grupos radicales y abriría un espacio político y legal para las aprehensiones de sus líderes.


Si esto es así, en breve comenzarán las detenciones de los principales dirigentes del Movimiento Popular Guerrerense (MPG), la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG) y del Comité Estudiantil de Ayotzinapa. Así, el sacrificio de Aguirre Rivero y su grupo parece ser una jugada que pretende recobrar presencia, liderazgo y credibilidad presidencial perdidos debido a la masacre de Iguala.


Por otra parte, el titular de la Procuraduría General de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, ya adelantó que tienen identificados a un total de 18 responsables de los ilícitos presumibles, de los cuales 9 ya están en prisión. Pero debe observarse que al menos tres de los recluidos -Mateo Aguirre, Luis Aguirre y Víctor Hughes- eran parte del círculo íntimo del aún mandatario con licencia.


Es previsible, pues, que entre los 9 implicados restantes figuren dos personajes clave: Jorge Salgado Leyva, responsable absoluto del manejo de las finanzas estatales, y Ernesto Aguirre Gutiérrez, el operador de confianza de Ángel Aguirre Rivero.


La ruta del dinero conducirá necesariamente a ambos exfuncionarios, conocidos entre la prensa local por su talante soberbio y ofensivo.


En lo inmediato es evidente que el grupo político del exgobernador, Izquierda Progresista Guerrerense (IPG), resultó fracturado por las acciones legales y, por tanto, sus personeros difícilmente registrarán condiciones para postularse como candidatos a algún cargo de elección popular.


Los damnificados más visibles son Ángel Aguirre Herrera, el nonato político hijo del exmandatario, que pensaba agenciarse la candidatura del PRD a la alcaldía de Acapulco; le sigue Jorge Salgado Parra, el imberbe cuasi candidato a la alcaldía capitalina impulsado por el apoyo y los recursos inexplicables de su padre, el exsecretario de Finanzas, Jorge Salgado Leyva; el senador con licencia Sofío Ramírez, quien pretendía la candidatura amarilla a la gubernatura -pese a ser considerado un ladrón de poca monta en su pueblo natal- y Víctor Aguirre Alcaide, quien finalmente enfiló a una diputación federal plurinominal, como para protegerse con el fuero ante la avalancha de imputaciones que podrían alcanzarlo.


Vistas las circunstancias, la dirigencia nacional y estatal del PRD, pragmática como es, ya tomó distancia de los aludidos y buscará sobrevivir a la crisis partidaria abriendo las puertas al senador Armando Ríos Piter, lo que garantizaría a Los Chuchos mantener interlocución con el poder presidencial.


Por cierto es de hacer notar que, desde semanas antes de las sorpresivas aprehensiones, Ríos Piter se deslindó de cualquier relación con Ángel Aguirre y retrocedió -como si fuera un gesto de dignidad- en sus aspiraciones de contender por la gubernatura. La verdad es que Ríos Piter proviene de las filas de la comunidad de inteligencia y lo más probable es que alguien le adelantó lo que sucedería. Entonces protagonizó el deslinde no como algo verdadero, sino para promover su imagen. Y vaya si lo consiguió.


En el escenario político partidista, pues, figuran Héctor Astudillo Flores como el candidato priista a la gubernatura, Luis Walton Aburto por su partido Movimiento Ciudadano -representando a una izquierda que no existe-, Jorge Camacho por Acción Nacional -que está destinado a perder irremisiblemente- y quien resulte ser el candidato del maltrecho PRD: Armando Ríos Piter, Beatriz Mojica Morga o ¿Javier Saldaña?


En este contexto, para impulsar su campaña, el flamante candidato priista Héctor Astudillo debe prescindir de figuras tan nocivas como Rubén Figueroa Alcocer o Manuel Añorve Baños, si es que quiere competir con éxito en el proceso comicial en ciernes, que encierra el misterio de la incertidumbre. Es una sana sugerencia, Si no, al tiempo.


Señoras y señores, hagan sus apuestas.



BAJO FUEGO: La caída

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